Contaba hace poco los detalles en los que nos tenemos que fijar, especialmente desde el punto de vista estadístico, para evitar que nos la den con queso y con jamón al leer un artículo científico. Sin embargo, no sólo de Estadísticas vive el tramposo, también hay otras triquiñuelas con las que intentar quedar como un señor sin haber dado apenas palo al agua o curiosidades a tener en cuenta para entender cómo va el mundo de la publicación de artículos científicos.
Comencemos con los sesgos, que en Fisterra podemos leer que son “ los errores sistemáticos en un estudio epidemiológico que producen una estimación incorrecta de asociación entre la exposición y la enfermedad. En definitiva producen una estimación equivocada del efecto“. Un sesgo bastante curioso del que la gente no se suele enterar es el sesgo de publicación. Ese fenómeno consiste en que es más probable que se publiquen los ensayos positivos que los negativos. Los investigadores tienden más a publicar un artículo tipo “señores, hemos descubierto esto” que otro tipo “señores, sentimos que hemos perdido el tiempo y nos hemos dado el jardazo del siglo“. Como comenta Ben Goldacre en “Mala Ciencia”, es más fácil convencerse de que no se ha descubierto nada que comprender que se ha descubierto algo: que lo que se estaba probando no funciona. ¿Qué ocurre con esto? Que no se dispone de TODOS los datos sobre un determinado tema, tan sólo una parte, con lo que lo publicado es una parte, la más bonita, pero no se puede ver publicado todo o casi todo lo referente a ello, dando lugar a apreciaciones equivocadas.
Otra posibilidad es intentar publicar el artículo en una revista poco conocida, preferentemente que esté editada y controlada por las empresas del sector farmacéutico. Es una buena manera de tener algo en papel que enseñar posteriormente a los residentes y adjuntos en el hospital durante las visitas semanales para recordar las bondades del producto. En una revista de gran impacto los revisores son muy estrictos y hasta tiquismiquis por un quítame allá esas comas, lo cual no interesa a la hora de intentar colar un artículo que hable a favor del producto sin mucho rigor.
También se puede publicar por duplicado y hasta triplicado un artículo, de modo que haga “eco” y dé la sensación de haber muchos artículos a favor de un determinado fármaco, sobreestimando su eficacia. ¿Cómo se hace eso? Redactando varios artículos usando los mismos datos. Un ejemplo de esto lo tuve hace un tiempo cuando hice un trabajo sobre el Dabigatrán, encontrándome con unos cuantos artículos que al leerlos cuidadosamente eran sospechosamente similares. Eran artículos financiados por la misma empresa que vende ese fármaco y la demostración vida de la máxima culinaria “aquí no se tira nada, todo se aprovecha“, mostrando varias veces los mismos datos presentados de distintas formas.
Seguro que a vosotros, queridos lectores, se os ocurren otras formas de hacer trampa e inflar los resultados. Se admiten sugerencias y apuestas
Bibliografía empleada:
Cobo, Erik, et al. Bioestadística para no estadísticos. Elsevier Masson 2007.
Goldacre, Ben. Mala Ciencia. Paidós 2011.
Significación estadística, relevancia y escitalopram. El rincón de Sísifo.
Significancia estadística y relevancia clínica. Fisterra.
¿El título de la serie era sobre escribir o sobre leer? jajaja
Gracias por abrirnos los ojos a la lectura crítica.
Iñaki.
Saname, un lapsus lo tiene cualquiera…sobre todo en un saliente de guardia
Great! Gracias Sophie
No sé si en alguno de los posts anteriores sobre la estadística hicísteis referencia a la paradoja de Simpson, plantea ejemplos típicos en los que la eficiencia de un medicamento es superior a otro, medidos por separado en dos hospitales, pero al agregar los datos resulta que el mejor es el otro.